Ayer estuve en Valladolid visitando a mi querido osteópata.
Desde pequeña he tenido problemas con las piernas y, como todo, con los años no mejora. Siempre he estado un poco a trancas y barrancas, pero cuando estuve viviendo en Valladolid tuve la suerte de caer en un gimnasio en el que uno de los monitores era además osteópata. Creo que no me he cuidado tanto en toda mi vida como en aquella época. Estaba genial porque además él me adecuaba los ejercicios para fortalecer los músculos que eran importantes para lo que me pasaba.
Ahora no me cuido ni la milésima parte de entonces porque el ritmo de vida no tiene nada que ver, pero cada vez que vengo con algo de tiempo, me paso a que me recoloque de nuevo los huesos.
Al día siguiente de venir fui a que me viera y me dio cita para ayer. Ayer se suponía que tenía que haberme mostrado unos ejercicios, pero como entre las dos visitas me he hecho 10km andando (fastidiándome la cadera) y echando pollos (que me dio un tirón en la espalda), al pobre le tocó recolocarme de nuevo y me ha dado una nueva cita para dentro de unas semanas a ver si ahí si que me puede dar los ejercicios.
Para mí es mano de santo. He ido una vez en París a un osteópata y no terminó de convencerme. Y aunque parezca una locura me espero para venir a España para ver si puede darme el masaje él. Creo que es muy importante la confianza que se tiene en la persona que te manipula, ya que hay ciertas manipulaciones que conllevan un cierto riesgo. Y esa confianza está bien asentada después de 10 años, jeje. La única pega es que me pille tan a desmano.
De momento yo me he quedado como una rosa, ahora me toca poner a mí de mi parte haciéndole caso en sus consejos de alimentación y mantenimiento para no quedarme anquilosada y postrada en una silla antes de tiempo jeje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario