Lo sé, al 90%, que no tengo razón pero la relación entre los dentistas y yo ... no termina de cuajar.
No voy a contaros viejas historias de abuela porque no viene al caso. Pero como la mitad de las cosas que me pasan en la vida, me han sucedido hechos surrealistas en relación con ellos. La más surrealista de todas, y sin entrar en detalles, fue haber estado siendo tratada por un dentista que después de algún año (no me acuerdo muy bien porque entonces yo tenía unos 10 años) descubrimos que no era dentista. El pobre creo que no acabó muy bien. Claro, que a mí me generó una fobia a los dentistas peor que la de montar en avión.
La cuestión es que ... me dan miedo. Sí, lo reconozco. Así que creo que desde entonces (y antes por supuesto porque era pequeña) siempre he ido acompañada al dentista. De hecho, cuando vivía en España, mi madre, o en alguna ocasión alguna amiga, se venía al dentista conmigo. [¿Qué pasa? ¿Vosotros no tenéis fobias? Como cualquier fobia, es completamente irracional y me río de mí misma, pero ... cuando tengo que ir .... me pongo mala.]
Los últimos 5 años que viví en España encontré a una dentista con la que conseguí una relación bastante buena. Aunque eso no quitara que en más de una ocasión me diera algún ataque de pánico sentada en la silla (ahí, bien, dando la nota). Pero como tantas y tantas relaciones ... se acabó con la distancia. Luego la he visto un par de veces, pero ... ya era insostenible y se acabó hace un par de años.
Pero, llegó el momento de buscar a otra en Francia. Fui la semana pasada a que me viera. De verdad que yo intento no tener perjuicios, pero ... no sé yo. Y ayer, estuve a que me tratara ... y fui sola (¡qué mayor, eh!). Entro en la sala de espera, donde estaba yo sola, y no hacía más que escuchar los ruidos de los aparatos, y no sabía si estaba en el dentista o en el taller mecánico. Cuando empecé a notar las palpitaciones en las sienes, me puse a jugar al solitario con el teléfono para distraerme. En mi opinión, deberían de poner en la sala de espera un hilo musical con música que relaje ... al estilo de la que ponen en el avión (al menos en Iberia) en el momento de despegar y aterrizar. Me tocó mi turno y, bueno, la mujer hizo su trabajo (me afianzó en mi idea de estar en el taller mecánico) y salí de allí con un dolor de cabeza insoportable. Racionalmente, no estuvo mal. Irracionalmente (mi 90%) no sé yo si esta relación va a durar mucho.
De momento tengo cita para dentro de 10 días, igual me tomo un ansiolítico antes de ir para no hacer mucho el ridículo. Y me estoy planteando volver a contactar con la española, espero que ni se haya mudado ni haya cambiado de número de teléfono.
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