La ley de Murphy nos ayuda a explicar, de una forma más o menos burlona, las situaciones negativas que nos suceden. Esta ley se basa en "Si algo puede salir mal, saldrá mal". Uno de estos ejemplos es: la tostada siempre cae del lado de la mantequilla. De hecho existe una demostración física que afirma que la tostada tiene mayor probabilidad de caer del lado de la mantequilla. Y el investigador Rober Matthews recibió en 1996 el Premio Ig Nobel de Física (una parodia de los Premios Nobel que tiene como finalidad hacer reír y pensar a la gente) por un estudio derivado de esta ley y esta tostada.
Pues a mí la ley de Murphy me persigue en un aspecto concreto de mi vida: ir a la peluquería. Mira que voy poco a la peluquería (unas 4 veces por año), pues siempre que voy llueve. Hacía días, incluso yo diría semanas, que no llovía en París. Y, aprovechando que me voy de viaje el fin de semana, he pensado "oye, pues voy y me quedo tan mona". Y ayer, cuando me levanté, ahí estaba. Ese chirimiri mierdoso que incluso con paraguas te mojas porque se mete por debajo. Yo me dije, "aquí por lo general no llueve todo el día, igual a las 3 de la tarde ha parado de llover". Pues no.
Estoy en la peluquería y cuando la peluquera llevaba media hora alisándome el pelo a mano (porque no me gustan las planchas) me pregunta si tengo paraguas. Por supuesto. ¿Pero de qué me sirve? vas con el paraguas abierto y parece que vas haciendo el ridículo porque ni notas las gotas. Pero, ¡no veas cómo lo nota el pelo!, que pasa de liso a ... ¡vete tú a saber qué!
Pero da igual, la belleza está en el interior. Y si teneis un problema de sequía, no os compreis la bruja del agua, llamadme a mí y pedidme una cita en una peluquería donde querais que llueva. Tengo una fiabilidad del 80%.
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