miércoles, 8 de febrero de 2012

Una de cal y otra de arena

Anteayer, después de la reunión, me acerqué al despacho de mi jefe para comentarle que quería desarrollar un proyecto a parte. Como lo había previsto, él me dijo que solo me basaba en especulaciones teóricas, pero que no se lo podía demostrar de ninguna manera. Pero me dijo que si se lo demostraba, que entonces estaría más contento.
Aunque me lo esperaba, salí un poco frustrada porque estaba convencida de que no soy capaz de convencer a mi jefe con teoría, de que mis ideas no son buenas. Pero mi jefa, después de contarle la reunión que había tenido, me dijo que él no había dicho que no lo hiciera sino que se lo demostrara, lo cuál se podía interpretar como que hiciera algún experimento para demostrárselo. Así que al final me lo tomé como un desafío.
Pero lo que me terminó de animar o de motivar, no fue "el desafío" (lo cuál me motiva bastante) sino que mi antiguo jefe me escribió para que le hiciéramos un escrito autorizándome a colaborar con ellos, y el título de su proyecto estaba relacionado con lo que yo le había propuesto a mi jefe aquí. Entonces pensé que tan mala no podía ser mi idea, ¿no?.
Y es que muchas veces nosotros mismos nos ponemos los límites. Nos solemos comparar con los otros para saber cuanto buenos somos, pero estamos equivocados. Con los únicos que deberíamos compararnos es con nosotros mismos a lo largo del tiempo, e intentar superarnos a nivel personal en lugar de intentar superar a los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario