lunes, 20 de febrero de 2012

Nuevas costumbres

Poco a poco se va cogiendo ritmo en el trabajo ... y menos mal porque, con lo inquieta que soy yo, empezaba a subirme ya por la paredes.
Para encontrar el equilibrio entre "vida social" y "laboral", y no convertirme en una rata de laboratorio, este domingo he quedado con unas amigas para tomar un chocolate.
Voy a hacer un pequeño paréntesis para comentar la idea que tienen los franceses del chocolate. Vamos, el cola-cao que me preparo yo por las mañanas es más oscuro que el chocolate en cuestión. De hecho, al chocolate espeso lo llaman "chocolate español". Después de esta aclaración, tengo que decir que aunque el chocolate no sea su fuerte ... la bollería sí lo es. Lo único que, en mi opinión, puede competir con un bollo francés (croissant, napolitana de chocolate ...), son los pepitos de chocolate de panrico (uhmmmmm, ¡qué ricos!).
En fin, estuvimos en una panadería-cafetería entre Notre Dame y el Instituto del Mundo Árabe. Por supuesto, de acompañamiento con el chocolate podíamos pedir cualquier bollo que hubiera en la tienda. Pedimos dos merengues para compartir entre las tres. A los franceses les encantan los merengues, pero sus merengues tampoco tienen nada que ver con los merengues tamaño magdalena que comemos en España. Son enormes, duros y de distintos sabores. Como una imagen vale más que mil palabras, no pude por menos de hacer una foto para ilustralos.




En cualquier caso yo prefiero la version franco-española. Desde hace unas semanas, y con cierta frecuencia, baja una amiga a merendar a casa al salir de trabajar. Y nuestra merienda consiste, por lo general, en un cola-cao (al menos que el nombre se corresponda con lo que nos bebemos) y un croissant o napolitana de chocolate. Y, sinceramente, es una dulce costumbre que estamos cogiendo y que promete. Así, al menos, nos quedamos con la mejor parte de cada uno de los dos países. Y ¡qué dure!

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