Último día del mes. Son las 8 de la mañana y en París se asoman 18ºC. Creo que hoy es buen día para sacar la ropa de verano y guardar (no muy lejos) la de invierno.
Ayer fue el último día de trabajo de mi estudiante de Máster. Digo mi estudiante porque se suponía que tenía que haberme ocupado de ella este año pero,entre que ella ha sido muy independiente desde el principio y que este año ha sido (y sigue siendo) annus horribilis con el artículo, prácticamente no he podido ocuparme de ella y ha sido sobretodo mi jefa quien le ha seguido. Sin embargo, me ocuparé las próximas semanas de terminar su trabajo para que pueda publicar y tener su propio artículo y así enmendar mi ausencia de estos meses.
Ella es la segunda estudiante de Máster que he tenido. La primera vez fue en el curso 2009-2010. Y con mi pequeña "bridu" (como llaman cariñosamente en francés a las personas de ojos rasgados) fue mucho más especial. Quizás debido a que en ese momento yo estaba en plenos experimentos y ella trabajaba en mi proyecto en lugar de tener el suyo propio, porque nuestra diferencia de edad era más corta (3 años en lugar de 11), o que yo aún me sentía joven en el laboratorio. Y es que en estos 2 últimos años sí he envejecido mucho profesionalemente. A ver, me explico, siempre digo que me siento mucho más jóven de lo que en realidad marca mi DNI y eso es así en todos los aspectos de mi vida salvo en el trabajo. Antes era mucho más distendida, hablaba con todo el mundo, bromeaba ... y no es que ahora sea un palo; pero sí paso mucho de todas las historias de la gente que no tengan que ver con el trabajo. Hombre, siempre están los cuatro amigos de los que te preocupas porque te importan, pero no ese rollete instituto que te traes cuando eres más joven. Y eso no sólo se nota en cómo tú te sientes sino en cómo te tratan los demás. Te das cuenta que la diferencia de edad con la gente que va llegando empieza a pasar los 10 años de diferencia (que es, por lo general, lo que te llevas con tu jefe directo) y te hablan con otro tono ... parece de respeto. Y te sientes como la primera vez que se acerca un niño por la calle y te dice: "Señora, ¿me puede decir la hora?", y a tí te chirrían los oídos.
En finsss, antes de dejaros os voy a contar mi anécdota del día de ayer. Como soy de este género workahólico, voy a echar una mano a unos compañeros con sus experimentos in vivo (vamos los ratoncillos) y fuimos a inyectar a unos 50 ratones fibroblastos embrionarios de ratón. Con tanta suerte de que cuando estaba con la última tanda de 15 ratones, me clavé la jeringa, que ya estaba cargada con las células, en la mano. ¡Qué desastre!. No os alarméis, no pasa nada. Como muchísimo podré tener algo de fiebre. Pero ni las células eran tumorales y además eran de ratón. Daos cuenta de que cuando hacen un transplante humano hay posibilidades de que haya rechazo porque el cuerpo lo reconoce como extraño, pues imaginaros lo que es capaz de hacer mi sistema imune contra unos cientos de celulillas de ratón. A ver, que no apreté la jeringa jejeje.
Quién sabe, igual me empiezan a salir bigotes y a crecerme cola, jajajaja.
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