Como decía hoy uno de los compañeros más antiguos del laboratorio "Hace 35 años que trabajo aquí y aún lo paso mal cuando se marcha alguien del laboratorio". Y es que en un año, el laboratorio ha cambiado mucho. De hecho el laboratorio es como una noria de agua, el agua pasa y la noria se queda. Sin embargo no todos llegamos o nos vamos a la vez sino que es secuencial. Los másters están 1 o 2 años, los estudiantes de tesis 3 o 4, los postdocs 2 ... y los que vengan. Como a todos nos pasará, tenemos más afinidad con la gente que llega más o menos al mismo tiempo. A mí ya solo me queda uno de aquellos y me temo que me tendré que ir yo porque él parece que se quedará por mucho tiempo. Sí que es verdad que estos compañeros son más especiales y que se pasa realmente mal cuando se marchan, pero de alguna manera uno aprende a no apegarse mucho con las siguientes remesas para evitar pasarlo mal.
Uno de esos compañeros era un estudiante de tesis que llegó 5 meses después que yo. Alguien un poco atípico, fan del heavy metal y fóbico a las multitudes. Elegía muy bien con quien quería y con quién no quería compartir su tiempo. Nosotros trabajamos mucho tiempo juntos durante los dos años de su tesis, yo le ayuda con los experimentos de ratones y él me ayudaba a mí con otros de biología molecular. Fue el único que tuvo una copia de las llaves de mi casa y de mi coche en París. Siempre atento y disponible para ayudar. Alguien que me hizo descubrir muchos grupos de música de los que no suelen pasar por la radio. Pasamos los mejores momentos en el animalario, donde no había nadie y él se sentía cómodo hablándome de las cosas y personas que le molestaban en el laboratorio. Era un poco como el confesionario. De alguna manera apreciaría esos momentos cuando, en el momento de marcharse, me dejó en el despacho como regalo una rata de peluche bastante grande (mientras que a las demás chicas les regaló mini-penes ... nunca entendí por qué). Ahora esa rata está encima de mi televisión desde hace ya más de un año.
Se marchó a hacer su postdoc a Australia, lo más lejos de este laboratorio como él quería. Pero ayer vino a visitarnos. Me hizo mucha ilusión verlo de nuevo, la pena es no haber podido pasar un poco más de rato pero evidentemente dos semanas a él le van a dar para poco. Eso sí, con él trajo algunas de las delicatessen de Australia como carne de emu (similar a la avestruz), canguro y cocodrilo. ¿Quién dijo miedo? A las bravas, lo primero que probé fue la carne de cocodrilo que no me gustó especialmente. Así que cuando me dijo que la de canguro a él le gustaba menos, directamente pasé. Sin embargo, el emu estaba muuuuy bueno.
En fin, que no sea por experiencias nuevas. Jejeje.
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