El viernes vino mi jefe a buscarme mientras estaba haciendo experimentos. Cuando hace eso me pone muy nerviosa porque quiere decir que está estresado y necesita algo YA y que no puede esperar.
Y no me equivoqué. Necesitaba incluir en un proyecto que estaba escribiendo los protocolos del animalario. Y me dijo que diera prioridad absoluta a ello. El problema que yo veía es que, por costumbre, tiendo a organizarme a primera hora el grueso de los experimentos, para ir disminuyendo hacia la hora de comer y así 1h después de llegar a casa me pongo con el trabajo de ordenador (escribir los protocolos, hacer el análisis y gráficas de los experimentos y las figuras para los artículos, entre otras cosas). Por eso, el viernes casi tuve tiempo de ponerme con ello. Así que ayer me pasé todo el día con ello. Me costó porque estos protocolos no están relacionados directamente con mi proyecto y no me resulta tan fácil escribirlos (y menos en francés). Sin embargo, el responsable del proyecto está de vacaciones y, a diferencia de mí, creo que no ni se ha molestado en responder al e-mail del jefe. Y me he tragado yo el embolado.
Mientras escribía los protocolos me surgieron dudas con respecto a los detalles de los experimentos, detalles que probablemente ni el jefe supiera. Así que escribí a otras dos personas relacionadas con este proyecto para preguntarles. Aún no me han contestado.
Yo ya he terminado los protocolos y se los he mandado al jefe para que me los corrija y mañana depositarlos en el comité ético. Y, mientras, los 3 postdocs que trabajan en él no han dado señales de vida.
No os equivoquéis, no pretendo ni mucho menos demostrar que pudiera estar por encima de ellos. Si no el complejo de imbécil y pringada que me ha entrado hoy. Y por esto digo que no todos somos iguales. Ni mejores, ni peores. Simplemente distintos.
Ahora me voy a la cama a leer un rato, que mañana empieza la semana.
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