Ayer amanecí siendo una mujer a un herpes pegado. Para mí que ha sido el disgusto de estos días de no tener sol. La cuestión es que ayer me levanté con el labio lleno de herpes. Un herpes con vida propia y 4 ampollas que duelen como un demonio. Así que me fui a la farmacia a que me lo vieran y a ver si me podían dar algo. Llegué a la farmacia con 4 parches de compeed puestos y cuando me vio el farmaceutico me dijo que mejor sería que me subiera al médico para que me lo viera que eso tenía una pinta muy fea.
Al médico ... miro a mi madre y le digo: "Si es que no he traído la tarjeta sanitaria europea, papá me mata". Y es que mi padre trabaja en la Seguridad Social y lleva a rajatabla esto de hacerse la tarjeta sanitaria cuando sales al extranjero (ahora que lo pienso ... entonces, ahora mi extranjero es mi país). A lo que estaba, así que me voy a la oficina de mi padre con el rabo entre las piernas para que me dijera qué podía hacer. Evidentemente no podía hacer nada. Desde ese momento, nos pusimos a maquinar qué podíamos hacer, que si subir con mi vieja tarjeta española (que descartamos la primera), ver si mi prima que es enfermera me podía sacar las pastillas, pasar con la tarjeta de mi madre como si fuera ella ... hasta que me cuadré. Le dije a mi padre que iba a decir la verdad, que no tenía la tarjeta europea y que la única que tenía era la francesa y si tenía que pagar, pues pagaría.
Subí, me dijeron lo que todos sabíamos, que tenía que haber pedido la tarjeta europea, pero me atendieron y no tuve que pagar nada. No sé si salí más aliviada de que me dijeran que el herpes era grande pero controlable o de que las cosas hubieran salido bien sin tener que maquinar ninguna historia.
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