jueves, 12 de enero de 2012

En los malos momentos

Hoy no tenía muchas ganas de escribir, pero como no me gusta que haya temas tabú, ahí va.

Ayer fue un día triste. Estoy segura de que a mucha gente le gustaría tener la fórmula mágica para que nuestros amigos, la gente a la que queremos, no tuvieran que sufrir por la pérdida de un familiar. A todos se nos intenta preparar de alguna manera para despedirnos de nuestros mayores y ni aún así, cuando llega ese día, lo estamos. Pero aún es más difícil llevar la pérdida de un hijo, de un hermano, sobretodo si es joven. Pero por desgracia lo único que no podemos controlar en esta vida es nuestra propia presencia.

Anoche reflexionaba sobre todo lo que había pasado durante el día y tengo que decir que me alegré mucho de comprobar que pasen los años que pasen cuando tienes enfrente a uno de tus amigos de la infancia es como si no hubiera pasado el tiempo. La relación que se establece con "los amigos del cole" tiene un halo especial que se hace incomparable con el resto de relaciones (ni mejor ni peor, simplemente especial); no lo sé, quizás sea solo una apreciación mía.
En cualquier caso, ayer, ya fuera cara a cara o por teléfono, hablé con todas "las amigas de la pandilla" y, aunque solo fueran unos minutos, me sentía reconfortada, como si de alguna manera todas estabamos ahí de alguna u otra manera, ya sea separadas por miles de km o que llevemos sin vernos años.

Desde luego no podemos evitar el dolor, pero como decía Lauren Bacall en "Tener o no tener": Si me necesitas, solo tienes que silbar.

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