Ayer por la tarde me permití el lujo de no encender el ordenador.
Después de dos meses sudando tinta para acabar el proyecto de análisis de muestras de pacientes con cáncer de mama, ayer, ¡por fin!, envié los últimos resultados. Salvo que haya nuevas "órdenes", de momento mi participación en ese proyecto está acabada. ¡Qué liberación!.
Y cayó genial. Me había invitado mi amiga a comer, lo que para mí, es su especialidad: el pollo asado. Sí, todos diréis que es fácil y que no se tarda nada, pero ... es que yo no tengo horno. En fin, con una hora de retraso (porque quería acabar y enviar los resultados antes de ir a comer) salí de casa para ir al Colegio de España. Por cierto, yo creo que ya piensan que o vivo allí o he vivido en algún momento porque entro como Pedro por su casa. Igual con lo decidida que voy si le pido una llave al conserje hasta me la da.
A lo que iba, ¡qué calor!. 22ºC que hacía ayer en París, con un sol estupendo. No sé quien estaba más sudado, el pollo recién salido del horno o yo. Ambos dos estábamos bien brillantitos. ¡Qué rico estaba el pollo! A la altura, por supuesto. Además creo que como no tenía prisa por volver a casa a trabajar, hasta lo disfruté más.
Estoy segura de que si mi amiga no hubiera quedado ya para tomar un café me la hubiera llevado al centro dando un paseo. Pero, aún así, estuvimos sentadas en los jardines de la Ciudad Universitaria. Parecía como si estuviera en una película, el prado, las familias dando paseos, gente corriendo, los niños jugando, gente sentada en los bancos ... [Empiezo a pensar que las setas que comí el sábado igual estaban pasadas].
Estuvimos hablando un buen rato como hacía tiempo que no disfrutaba de una conversación, siempre con prisas, corriendo de un lado para otro, calculando los minutos para poder hacer todo a tiempo. Pero ayer no, ayer estaba relajada, disfrutando del sol, sin mirar el reloj, sin estar pendiente del móvil.
Simplemente relajada.
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