Ayer seguro que me habéis puesto punto negro. No tenía acceso a internet.
Pues ... se acabó. Hoy es el último día de agosto, e igualmente parece el último día del verano y último día de las vacaciones. Y aunque ayer fue el último día de las fiestas del pueblo, a mí se me fastidiaron ya el miércoles por la tarde cuando recibí un mensaje del trabajo diciéndome que tenía que acabar un trabajo para hoy. Y es imposible que me dé. Así que ya ni gana de fiestas ni ganas de nada.
Cada año las fiestas son de una manera. Este año han sido bastante tranquilas, he podido ver amig@s que hacía mucho tiempo que no veía y he pasado unos buenos ratos y echado unas buenas risas con ellos y con la familia.
Ayer por la mañana pasé, quizás, uno de los mejores momentos de las fiestas. Subí a buscar a mi abuela con el coche para que pudiera ver el último de los encierros. A la pobre, como a cualquiera de aquí, le encantan los encierros y el ambiente. Hasta hace unos pocos años ella bajaba andando desde su casa y luego nosotros la subíamos con el coche, pero la pobre está un poquito mal de las piernas y ya la cuesta mucho poder bajar andando. Este año había pedido que alguien la bajara el domingo para ver el primer encierro y el resto ya le daba igual. Pero como yo el domingo no estuve, le dije que si quería subía a por ella ayer y veía el último encierro. Así que ayer nos pasamos toda la mañana juntas, viendo el encierro, luego el encierro de promoción y luego dando un paseo por el mercado hasta que la subí a casa. Me encanta hablar con ella, su manera de razonar para lo mayor que es. En fin, todo un orgullo.
Pero aunque destaque este momento, he tenido otros buenos estos días, tomando copas/cañas con la familia, con una mis queridas niñas (que siempre sabe a poco y hubiera preferido un poquito más ;-)), y en la peña con los amigos de mis padres.
En definitiva, los únicos cuatro días de las vacaciones en las que puedo decir que he desconectado completamente de todo.
Ahora toca ... volver a empezar.