Ayer disfruté de un regalo de cumpleaños que tenía pendiente del año pasado. El regalo consistía en un tratamiento a elegir en un spa con temática el vino.
El spa está situado en un pequeño pueblo cerca de Peñafiel (conocido por sus bodegas de vino de Ribera de Duero). Cuando llegué, estaban con retraso así que me ofrecieron un baño en el jacuzzi. ¡Qué gozada! Creo que me podría acostumbrar a ese tipo de vida, al menos no me importaría ... aunque es verdad que se nota que no estoy acostumbrada. Después de 45 min sintiéndome como una lenteja cociendo, vienen a buscarme para ir al tratamiento que había solicitado, un hidromasaje de vinoterapia. Me meten en una bañerita con agua a 37ºC y en la que echan una pasta echa de los restos de pellejo y semillas de las uvas al presansarlas, unas sales también de esto y 0.5L de vino de la zona. Y de nuevo 20min en cocción.
La mujer que me ha explicado los beneficios de los polifenoles del vino, me decía que me relajara y que me dejara llevar por las burbujas. Ahí si que me he dado cuenta del manojo de nervios en el que estoy convertida. Pero no me voy a quejar, se podría haber olvidado de mí tranquilamente, jeje. Cuando he salido tenía la marca de los chorros en los muslos. Una que es muy fina.
Y menos mal que me he dado el baño relajante porque, ¡vaya día de agobio! Terminar el trabajo, ir a solucionar unos temas burocráticos, hacer las maletas ... Vamos que habré dormido unas 4h. Prfff.
Me da mucha pena no poder estar el fin de semana de las fiestas, pero esta vez a tocado así y así hay que aceptarlo. Las 2 semanas que me quedan de vacaciones, me las intentaré tomar más relajada (en cuanto al trabajo), disfrutar de las fiestas, de una boda ...
Me voy con las ideas más claras en cuanto al camino a seguir los próximos meses y eso es lo que más me importa.
Hoy toca día de viaje. A ver qué tal se da.
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