Ayer me desperté con herpes de nuevo.
La última vez que estuve en el médico ya me dijo que no era normal que tuviera el herpes con tanta frecuencia y me recetó, por fin, las pastillas antivirales.
Da la casualidad de que casi todas las veces que vengo a pasar unos días a España acabo con el labio como una butifarra. Me imagino que es debido a relajarme tras un período de estrés y las defensas bajan. Pero cuando vuelvo al laboratorio y mi jefe me ve así me dice que eso me pasa por irme a descansar y que estoy mejor trabajando. Al final le voy a tener que dar la razón. Jejeje.
Así que en cuanto me vi ayer el labio, fui a tomarme las pastillas. Me cogí el prospecto y leo los efectos secundarios (una habitud tan mala como la de buscar en internet el diagnóstico de algo que te pase). Y leo que 1 de cada 10 tienen dolor de cabeza, náuseas, sensación de vértigo, vómitos, diarreas, fotosensibilidad, erupción cutánea; y 1 de cada 100 tienen sensación de confusión, alucinaciones, problemas de consciencia, temblores y sensación de agitación; y otros tantos efectos secundarios menos frecuentes.
Ahh, no no, yo no me tomo esto. ¡Cómo que no! A las 2h andaba con los ganglios inflamados y dolor del oído. Quita quita, yo me tomo esto no vaya a ser que se me ponga tan mal como otras veces. Y durante los próximos 5 días me tengo que tomar dos pastillas de estas al día.
Eso sí, ayer ya tenía 3 efectos secundarios de la categoría de los más frecuentes. Y ando medio empanada, jeje. Me da la sensación de que mi cerebro va al ralentí. Se supone que con esta medicación no debería de tener herpes más de 1 vez al año como mucho, así que todo sea por una inversión de salud futura.
Y si sufro una alucinación durante estos días, pues ya os la contaré jeje. Si es que me gustan a mí los deportes de riesgo.
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