sábado, 11 de agosto de 2012

El maleficio del jefe

Ayer me desperté con herpes de nuevo.
La última vez que estuve en el médico ya me dijo que no era normal que tuviera el herpes con tanta frecuencia y me recetó, por fin, las pastillas antivirales.
Da la casualidad de que casi todas las veces que vengo a pasar unos días a España acabo con el labio como una butifarra. Me imagino que es debido a relajarme tras un período de estrés y las defensas bajan. Pero cuando vuelvo al laboratorio y mi jefe me ve así me dice que eso me pasa por irme a descansar y que estoy mejor trabajando. Al final le voy a tener que dar la razón. Jejeje.
Así que en cuanto me vi ayer el labio, fui a tomarme las pastillas. Me cogí el prospecto y leo los efectos secundarios (una habitud tan mala como la de buscar en internet el diagnóstico de algo que te pase). Y leo que 1 de cada 10 tienen dolor de cabeza, náuseas, sensación de vértigo, vómitos, diarreas, fotosensibilidad, erupción cutánea; y 1 de cada 100 tienen sensación de confusión, alucinaciones, problemas de consciencia, temblores y sensación de agitación; y otros tantos efectos secundarios menos frecuentes.
Ahh, no no, yo no me tomo esto. ¡Cómo que no! A las 2h andaba con los ganglios inflamados y dolor del oído. Quita quita, yo me tomo esto no vaya a ser que se me ponga tan mal como otras veces. Y durante los próximos 5 días me tengo que tomar dos pastillas de estas al día.
Eso sí, ayer ya tenía 3 efectos secundarios de la categoría de los más frecuentes. Y ando medio empanada, jeje. Me da la sensación de que mi cerebro va al ralentí. Se supone que con esta medicación no debería de tener herpes más de 1 vez al año como mucho, así que todo sea por una inversión de salud futura.
Y si sufro una alucinación durante estos días, pues ya os la contaré jeje. Si es que me gustan a mí los deportes de riesgo.

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