Da igual si vengo con mucho o poco tiempo, al final nunca tengo tiempo de ver a todas las personas que quiero.
No voy a echar la culpa al trabajo sino a mí misma por tener este sentido de la responsabilidad tan extremo. Porque os lo creáis o no, me voy con sentimiento de culpa por no haber podido rendir todo lo que debería de haber rendido, y al mismo tiempo me voy agotada sin haber desconectado lo suficiente. Quizás algún día no tenga miedo a decir "Basta".
Pero por lo pronto ese día está lejos y ayer me pasé todo el día currando. Además un poco desilusionada porque, cada vez que voy acabando, mi compañero en este trabajo (que no mi jefe) me escribe pidiéndome más. A veces tengo la sensación de que me pone a prueba y que lo único que quiere es demostrarme que no soy capaz de estar a la altura. Pero yo, que vengo de tierra de toros y he comido criadillas de pequeña, me cuadro y sigo tirando. Vamos que, aunque sea chica, parecemos dos machos peleando (eso sí, muy diplomáticamente).
Eso sí, conseguí desconectar de todo por unos minutos, relajarme y disfrutar de la buena compañía. Y es que no hay nada como estar un rato con los amigos para poder respirar hondo, dejar todo a un lado y simplemente disfrutar. Es la mejor manera de poder recuperar el impulso necesario para continuar.
Por la noche estuvimos en un bar que, posiblemente, tenga las mejores vistas del pueblo.
No digáis que no es para disfrutar.
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