Ya os he repetido en decenas de ocasiones que, no solo nuestro trabajo es estresante, sino que además el laboratorio en el que trabajo lo eleva a la enésima potencia.
Estas dos últimas semanas han sido duras. Mucha presión por parte del jefe que al final se traduce en que de vez en cuando salten chispas de alguno de nosotros o incluso entre nosotros. Y eso es lo que me pasó hace poco más de una semana con un compañero. Debido a unos experimentos y la organización de los mismos, terminamos enfadándonos. Los dos estemos bastante carácter. Así que podían haber pasado dos cosas a) nos tiramos los trastos a la cabeza, o b) desaparecer antes de que la cosa vaya a más. Si eres de esas personas que en caliente dices las cosas que más pueden herir, mejor optar por la opción b para así no tener de qué arrepentirse después. Una vez en frío es bueno también intentar ponerse en la piel del otro. A mí me ayuda para poder entender ciertas reacciones (bueno, algunas veces no hay justificación). Pero en esta ocasión, conseguí entenderle, que no es lo mismo que darle la razón ... porque si no la tiene, no la tiene... al menos no del todo.
La cuestión es que durante unos días ni nos saludábamos por el pasillo. Y es que .... eso lo llevo fatal porque es una de las personas más cercanas que tengo aquí. Pero, ya estoy cansada de ir detrás para intentar solucionar las cosas. Él ha estado unos días sin estar en el laboratorio y volvió ayer. Cuando llegué a trabajar ya estaba él. Abrí mi despacho, encendí el ordenador, me puse la bata y me fui a la sala de cultivos para preparar las cosas para trabajar. Entonces, volví al despacho, estuve revisando el correo y después, en un arrebato me fui a su despacho para saludar. Tampoco es cuestión de hacer una montaña de un grano de arena. Así que llegué a la puerta y saludé (estaban él y otro compañero). Entonces, él se giró, me miró y me saludó. Nos conocemos muy bien, o eso creo, y tenía mirada de alivio. En fin, me dijo "te he traído una cosa". Y de ahí como si no hubiera pasado nada. Al menos ayer y hoy ha estado más calmado. Me alegro de que en aquel momento pudiera callarme la boca, porque ahora me alegro de no tener nada de lo que arrepentirme y de poder estar como si nada.
Quizás os parezca absurdo que dé tanta importancia a los enfados típicos entre gente cercana. Pero de un tiempo a estar parte, tengo la sensación de haber recibido reacciones exageradas. Pienso que es algo en lo que he perdido habilidad. En cualquier caso, no me gustan los problemas, y menos con gente a quien aprecio. Así que si veo que se acerca el tsunami, huyo. Jeje.